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OTRO DOS DE MAYO
L. Fernando de la Sota

No es mala fecha este mes de Mayo, para volver a recordar el angustioso y patriótico grito de un grupo de españoles que en Móstoles, en 1808  despertaba a una España dormida convocándolos a salvarla.   

 

Y tras ese recuerdo, si hacemos honor al nombre de nuestro Club y al cumplimiento de sus fines y objetivos, por los que tantos años nos hemos esforzado, de buscar el encuentro entre diferentes ideas y opiniones, analizar acontecimientos, transmitiendo nuestras conclusiones a socios suscriptores  y simpatizantes, también tenemos nosotros, una urgente tarea, lógicamente  salvando las distancias, porque afortunadamente y Dios no lo quera, no hemos llegado al uso de las armas.   

 

Pero la situación de España es grave, posiblemente la de mayor gravedad desde la desaparición del régimen de Franco, y el advenimiento del sistema democrático por el que actualmente nos regimos, gracias al resultado de las últimas elecciones, que han supuesto  una auténtica catástrofe sin paliativos, que no se puede disimular con el escaso, aunque muy meritorio acceso al Parlamento de las dos docenas de escaños de VOX, que podrán servir para enfadarse mucho con el gobierno, y propiciar encendidos discursos, pero que no frenarán las Leyes que vaya aprobando el Frente Popular, ni conseguirá que prosperen  las derogaciones de otras prometidas. Ni siquiera para hacer posible un nuevo 155.   

 

Y ese análisis, es preciso realizarlo con la mayor frialdad y objetividad posible. De la misma forma que realiza un cirujano una delicada operación en el quirófano, porque está en juego la vida de su paciente, e incluso, y no quiero dramatizar, de un forense en una autopsia, en la que ya no importan las consecuencias, pero sí averiguar las causas que han provocado una defunción, para en lo posible, evitar que se produzcan otras por los mismos motivos.

Y en otro orden de cosas, menos dramático, como lo hace un empresario inteligente y responsable, que a la vista de un desastroso balance de resultados, con la cabeza fría, busca donde se han producido los errores, elimina sus motivos, y plantea estrategias diferentes para remontar su empresa.  .

 

En política y en nuestra situación, creo que es imprescindible hacerlo de igual forma. 

 

Y la mejor manera es empezar por el principio y hacerse, como he hecho yo, una triple pregunta y contestarla con sinceridad: ¿Cómo está España en estos momentos?, ¿mejor que hace dos meses o peor?’ y ¿cómo creemos que va a estar dentro de los otros dos meses siguientes?

 

Y si a la vista de estas preguntas, la respuesta y el futuro previsible es tan grave y preocupante como yo lo veo, intentar plantearnos con claridad, el porqué se ha producido esa situación y qué errores se han cometido en estas elecciones, para llegar a ella.

 

Ya sé que se pueden aducir diversas razones: sentimientos, emociones, fidelidades, en otros casos, decisiones tomadas en conciencia por afinidades a distintas opciones, etc, que en la inmensa mayoría, no solo son muy respetables, faltaría más,  sino también perfectamente entendibles, así como también si son el resultado de estrategias y porcentajes calculados, pero que se han demostrado erróneos y equivocados.  

 

Pero también ha habido otras, causas, que se deben a deseos  de castigar a aquellos a los que consideran culpables de situaciones anteriores, que recuerdan el conocido dicho, de “no me importa quedarme tuerto, con tal de que el otro se quede ciego”, o directa  y simplemente por desprecio a los millones de españoles que se inclinan por otras opciones diferentes a sus ideas y estrategias, para conseguir seguramente los mismos fines,  y  a los que por lo menos se debería conceder el mismo respeto que a las suyas.

 

 Pero hagamos un poco de Historia. En el año 1936 del siglo pasado, y ante una situación parecida de un Frente Popular de socialistas, comunistas, anarquistas y separatistas, aunque mucho más grave por su violencia con que se producían, varios sectores de españoles de muy diferentes ideologías, procedencias, comportamientos anteriores y objetivos futuros, no dudaron en unirse, luchar e incluso morir juntos en defensa de una idea y un objetivo superior: Salvar a una España amenazada de desaparición.

 

Y allí estuvieron entre otros, monárquicos “alfonsinos”, requetés carlistas, juventudes de la CEDA de Gil Robles, falangistas, ya unidos a jonsistas de Ramiro y de Onésimo, y militantes de acción Católica, apoyando a militares monárquicos, republicanos, también falangistas, e incluso a algún que otro masón. Todos ellos, sin renunciar a sus ideas, e incluso a sus proyectos de futuro algunos absolutamente antagónicos, y sin tener en cuenta las culpas que algunos de esos grupos pudieron tener en el desastre que se avecinaba. El resultado es conocido. Se ganó la guerra, se configuró un proyecto común que dio a España paz y prosperidad, durante cuarenta años, aunque a lo largo de los años y especialmente al final, fueron aflorando las disidencias y enfrentamientos conocidos y que esa ya es otra historia.                           

 

Pero en aquel dramático momento, todos tuvieron la generosidad, la altura de miras y el patriotismo necesario, para renunciar o aparcar sus ideas e intereses partidistas en beneficio de un objetivo más importante, salvar a aquella España, de un régimen que no solo la hubiera troceado, sino que también hubiera sojuzgado a buena parte de los españoles, privándoles de libertades fundamentales políticas, morales y religiosas.

 

Lo mismo que ocurrió en los años setenta del siglo pasado, cuando en otras circunstancias, y en otra difícil etapa de nuestra Historia reciente, con todos los errores, omisiones y ambigüedades  que se quiera, ante el temor de un nuevo conflicto imprevisible y violento, también hubo una serie de españoles de buena fe, que aparcaron sus diferencias para buscar un camino que nos proporcionaran otros cuarenta años de paz.

 

 En eso consiste el verdadero patriotismo, y no aquel del que han alardeado todos los partidos a la derecha e izquierda en liza, con sus banderas, sus emblemas, sus discursos encendidos, sus afirmaciones altaneras de ser los únicos portadores de la verdad, de la suya, incluso de la defensa de la unidad de España o de la Justicia Social, que de todo ha habido, pero incapaces de realizar el sacrificio de aparcar sus egoísmos partidistas, o de  preferir ser cabezas de ratón a rabo de león y unirse en un mismo esfuerzo en beneficio de los intereses generales de España.   

 

Personalmente ya es conocida mi opinión, que ya sé que nos es tan compartida como quisiera, de que en casi todas las ocasiones de la vida, es preferible el mal menor al mal mayor, y que para sintetizar mucho, sería por ejemplo decir, que prefiero de alcalde de Madrid al candidato del Partido Popular mejor que a Manuel Carmena, y a cualquiera de Ciudadanos en Barcelona,  antes que a Ada Colau.

 

L. Fernando de la Sota Salazar    

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